El Trastorno del Espectro Autista (TEA) es un trastorno neurobiológico del desarrollo que ya se manifiesta durante los tres primeros años de vida y que perdurará a lo largo de todo el ciclo vital.
Y es que el marco del Día Mundial que se conmemora este 2 de abril, datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) arrojan que uno de cada 160 niños tiene un TEA, sin embargo aclara que el dato es solo una media pues varía considerablemente según la fuente de estudio y algunos estudios bien controlados se han registrado cifras por encima de ese indicador.
Los síntomas fundamentales del autismo son dos:
• Deficiencias persistentes en la comunicación y en la interacción social.
• Patrones restrictivos y repetitivos de comportamiento, intereses o actividades.
Los indicios que pueden ser indicativos del TEA en los niños son:
• En el parvulario y en la escuela, hay falta de interés por los otros niños.
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No comparten intereses (no acostumbran a señalar con el dedo aquello
que les llama la atención para compartirlo con los demás).
• Ausencia de juego simbólico (dar de comer a muñecas, hacer cocinitas, jugar a coches como si fueran de verdad, etc.).
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Se establece poco contacto visual y no observan la expresión de la cara
del interlocutor cuando juntos están viendo alguna cosa inusual. No
acostumbran a realizar la sonrisa social.
• Su lenguaje, si existe, es literal (no entienden las bromas, los chistes, los dobles sentidos ni las metáforas).
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Evitan el contacto físico o les gusta más bien poco. Acostumbran a
tener hipersensibilidad táctil, olfativa, gustativa y auditiva.
Frecuentemente existe poca sensibilidad al dolor.
• Reaccionan poco ante la voz de sus padres, lo que puede hacer sospechar de un déficit auditivo.
• Presentan intereses inusuales. Además, son repetitivos y no compartidos.
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Pueden mostrar comportamientos extraños, repetitivos y auto
estimulantes como el balanceo, el movimiento de aleteo de manos o
caminar de puntillas entre otros.
Ante la contingencia del coronavirus la ONU hace un llamado para que no exista un retroceso de los derechos que con esfuerzo han defendido a personas con autismo y las organizaciones que les representan.