FUENTE:LA JORNADA /Ana Mónica Rodríguez.
Ciudad de México. El estruendo de los claxons perturbó la tranquilidad de la urbe en las primeras funciones de cine a cielo abierto. Sonaron al unísono como una forma de sustituir a los aplausos y una rara manifestación festiva en la nueva normalidad.
El autocinema nocturno, realizado sábado y domingo en un estacionamiento al aire libre y en medio de rigurosas medidas sanitarias, fue el primer acto oficial de este tipo en México desde que se inició la cuarentena por la pandemia. Así, fueron reactivados los espectáculos en vivo
, con la asistencia de 170 vehículos, que llegaron a la primera función de entretenimiento sano y seguro
, con el formato Drive In/Open Air en la Arena Ciudad de México.
Hubo servicio de bebidas y alimentos. Las luces de los vehículos se encendían y se apagaban para solicitar atención. Al llamado acudía personal de la empresa, protegido con careta, cubreboca y guantes, a fin de tomar la orden.
El concepto se puso en marcha con funciones de cine, a la cuales se sumarán obras de teatro, conciertos y actividades deportivas con lo que se busca prevalezca una forma de diversión apegada a las medidas sanitarias, por lo menos hasta que pase el peligro por la pandemia.
Cobijados por el cielo nocturno –sobre el cual resplandecieron las luces intermitentes de los aviones– y dentro de sus autos, los espectadores no se desanimaron, ni por la lluvia, que cayó en los alrededores del recinto de Azcapotzalco, para salir de forma segura de sus casas y dejar el tedio de la cuarentena, aunque sea por poco más de dos horas.
Esta forma de diversión a cielo abierto, famosa en los años 50 y 60, atrajo a gran número de personas. que en sus vehículos, esperaron formados –sobre la avenida de las Granjas– para tener acceso al estacionamiento del inmueble y vivir una experiencia nueva
.
Los rostros de los niños en algunos carros se asomaban expectantes tras los cristales empañados. Los adultos parecían resignados a adaptarse a nuevas formas de diversión. La sana distancia, una realidad. Los organizadores saben que se trabaja con base en prueba y error
. El acceso, desde una hora antes de la función, fue controlado por el personal de seguridad –con caretas y equipo de protección– que permitió ingresar a cada uno de los carros, previa revisión de la cajuela. Mientras el conductor mostraba el boleto electrónico, un perro entrenado olfateaba la parte trasera del vehículo. Después se recorre un camino serpenteante hasta llegar a una explanada, la cual es una especie de cancha de futbol, ubicada a un costado del inmueble, donde fue colocada la estructura que funge como escenario y en la que sobresale una gran pantalla.
Al llegar a esa zona, en hilera, de nuevo –tal vez una manera de aprender el arte de la paciencia– los vehículos esperaban las indicaciones del personal para ser guiados al espacio que les correspondía, de frente a la pantalla, cada uno marcado con líneas blancas sobre el área verde, en esta ocasión enlodada.
Durante esa breve espera se escuchaba música y aparecían saltimbanquis que, con actos de malabarismo y alegres saltos intentaban hacer el momento más amable. Colocado cada carro en su lugar, a cierta distancia del otro, comenzó el servicio de bebidas y alimentos de forma segura: los vehículos mantenían las luces encendidas hasta que llegara la persona que tomará la orden, eso sí, del lado de la ventana del copiloto. Los productos, como palomitas, salsas y servilletas, eran entregados envueltos y con sellos, en los que se leía: alimento elaborado en ambiente ciento por ciento esterilizado.
Esto es parte de la nueva normalidad. Ver un acto en los autocinemas y autoshows nunca será lo mismo que vivirlo
, pero, por ahora, el propósito es reactivar la economía y generar empleos en este sector de los espectáculos.